Abrí los ojos, me costó un poco orientarme y recordar dónde estaba. “Vaya, al parecer en algún punto de mis pensamientos me quedé dormido. ¿Dónde estarán los demás?” Pareciera como si me hubiesen leído la mente, al poco oí una voz.
- ¡Hassan, por fin estás despierto! Fue traerte a la habitación, despistarme un momento y ya estabas frito, no me ha dao ni tiempo ha enseñarte un poco esto-me miró, se acercó y me acarició la mejilla-No te preocupes sé que estabas cansado, debió ser muy duro.
- ¡Hassan, por fin estás despierto! Fue traerte a la habitación, despistarme un momento y ya estabas frito, no me ha dao ni tiempo ha enseñarte un poco esto-me miró, se acercó y me acarició la mejilla-No te preocupes sé que estabas cansado, debió ser muy duro.
Le sonreí, me caía bien. Tenía alrededor de cuarenta años, unas cuantas arrugas empezaban a hacer mella en su ligeramente morena cara. Su pelo era de un tono intermedio entre el rubio y el castaño, sus ojos de un precioso verde esmeralda, sus labios de un rosa pálido, se habían tornado en una sonrisa. Era más bien alta, delgada, pero de caderas anchas.
-Bueno, enséñemelo ahora.
- Esa es una estupenda idea, de todos modos, tengo que enseñarte el camino al comedor, en diez minutos empezarán a bajar los demás muchachos. Confío en que te lleves bien con ellos. Como ahora verás, la casa es bastante antigua, era de una señora adinerada, amablemente nos la donó y la retocamos un poco, para convertirla en lo que hoy es: un centro de acogida. Todo es bastante humilde, muchos de los muebles se los llevó la señora a su nueva casa, sin embargo, el comedor lo dejó intacto.
Salimos de la habitación, subimos las escaleras y de camino, me fue enseñando la biblioteca, donde había varias mesas de madera con flexos, unos cuantos sillones rojos, sillas y unas enormes estanterías repletas de libros de diversos temas. Desde enciclopedias y libros de texto, hasta novelas juveniles y mangas.
La sala de estar, tenía una televisión mediana, en frente de la cual, había unos cuantos sofás de piel, que por su color, parecían bastante antiguos. Una mesa de cristal y, en una esquina de la habitación, un par de ordenadores.
Salimos al pasillo. Varias habitaciones lo recorrían, pertenecían a los empleados. Entre ellas, la de Alicia. Intenté imaginar como sería. Torcimos la esquina y vimos una pintura que me fascinó. Era de una mujer mayor. A pesar de las arrugas de su cara, se podía deducir, que en otro tiempo, su belleza había deslumbrado a todo el que pasaba por su lado. Le pregunté a Alicia de quién se trataba y ella me explicó, que era de la acaudalada señora de la que me había hablado antes.
Más adelante, entramos en la cocina. Estanterías repletas de especias y armarios con platos, vasos y demás utensilios, decoraban las paredes. El suelo era de mármol blanco. Una nevera negra, una encimera también de mármol, una cocina a gas, un horno, un microondas y varios electrodomésticos más, hacían de la estancia, una cocina en toda regla.
Anduvimos unos metros más. Pensé que la siguiente sala, sería como las demás, con paredes de madera, humilde, pero a pesar de ello, sin faltarle de nada. De repente, la directora Alicia, paró frente a unas puertas de madera de ébano y pomos de un dorado envejecido. Era el comedor. Cuando entré, me quede boquiabierto, era una sala enorme. Una mesa larguísima, adornada con flores y candelabros de un dorado perfecto, ocupaba el centro de la habitación. Lujosas lámparas de delicado cristal, colgaban del techo. Las paredes y el techo de madera, le daban un toque señorial y acogedor. Tuve que obligarme a cerrar la boca, mis compañeros empezaban a llegar. La mayoría eran más pequeños que yo, sólo cinco parecían tener más o menos mi edad, éstos se acercaron.
Un chico rubio, con el pelo corto, alto, fornido, de piel blanca y penetrantes ojos grises, fue el primero en hablar.
-Tú debes de ser el nuevo, me llamo Gabriel.
Un chico rubio, con el pelo corto, alto, fornido, de piel blanca y penetrantes ojos grises, fue el primero en hablar.
-Tú debes de ser el nuevo, me llamo Gabriel.
-¡Hola! Encantada de conocerte soy Noelia-dijo mientras me besaba en la mejilla, una pelirroja, con el pelo recogido en una coleta, tez pálida y unos preciosos ojos, de un tono verde azulado.
- Y yo Naima-la miré, el acento me llamó la atención. Ella tenía una lisa cabellera castaña y ojos color café. Sus facciones eran suaves y sus labios, finos.
-Addae-dijo estrechando mi mano un chico de piel negra, de intensos ojos color miel y pelo negro y muy corto.
- Hola, sí, unos policías me trajeron aquí esta mañana. Soy Hassan.
- Ah, vaya, ¿ya habéis terminado de presentaros? Puedes llamarme Andrei.
Me giré para averiguar de donde provenía la voz. Un chico alto, delgado y con el pelo castaño oscuro, estaba apoyado en la pared. Vestía unos pantalones y una camisa negra. En la cara tenía una gran cicatriz.
-¿De dónde eres? ¿Por qué te trajeron aquí?-preguntó Noelia.
- Soy de Marruecos. Vine en patera.
Me estremecí al recordarlo pero no fui el único. Naima estaba con la cabeza gacha, abrazada a sí misma y tiritando.
-¿Qué te ocurre?
- Hola, sí, unos policías me trajeron aquí esta mañana. Soy Hassan.
- Ah, vaya, ¿ya habéis terminado de presentaros? Puedes llamarme Andrei.
Me giré para averiguar de donde provenía la voz. Un chico alto, delgado y con el pelo castaño oscuro, estaba apoyado en la pared. Vestía unos pantalones y una camisa negra. En la cara tenía una gran cicatriz.
-¿De dónde eres? ¿Por qué te trajeron aquí?-preguntó Noelia.
- Soy de Marruecos. Vine en patera.
Me estremecí al recordarlo pero no fui el único. Naima estaba con la cabeza gacha, abrazada a sí misma y tiritando.
-¿Qué te ocurre?
-Nada, estoy bien Gabriel.
- No, no estás bien. ¡Deja de culparte!
- No, no estás bien. ¡Deja de culparte!
Disimuladamente, Noelia se acercó a mí.
- Ella también es marroquí, al igual que tú vino en patera. Viajaba con su hermano pequeño, de dos años, Ahmed. Ese día hubo una gran tormenta, el pequeño tenía frío, así que fue a buscar algo para cubrirlo. Le dijo que no se moviera, pero él no le hizo caso, se acercó demasiado al borde del barco y una ola lo derribó y se golpeó en la cabeza…Se culpa por haber dejado solo a su hermano. Cada vez que alguien menciona la palabra patera, se pone así. Me imagino que ya de por sí, el viaje tiene que ser horrible.
-Lo es-corroboré.
Seguí callado escuchando la conversación. Tenía el presentimiento de que no acabaría bien.
- Ella también es marroquí, al igual que tú vino en patera. Viajaba con su hermano pequeño, de dos años, Ahmed. Ese día hubo una gran tormenta, el pequeño tenía frío, así que fue a buscar algo para cubrirlo. Le dijo que no se moviera, pero él no le hizo caso, se acercó demasiado al borde del barco y una ola lo derribó y se golpeó en la cabeza…Se culpa por haber dejado solo a su hermano. Cada vez que alguien menciona la palabra patera, se pone así. Me imagino que ya de por sí, el viaje tiene que ser horrible.
-Lo es-corroboré.
Seguí callado escuchando la conversación. Tenía el presentimiento de que no acabaría bien.
me encanta!!!!!
ResponderEliminarsobre todo el final... =)
sigue así!!
hola!!
ResponderEliminarescribes genial! quiero leer mas!!
besitos :D
allaaa!!! como molaaa k pasadaaaaa!! me ecanntoooo de verdad sigue as espeo el proximo me tienes enganchada =)
ResponderEliminarMuchas gracias a las 3! Comentarios así, son los en que momentos de bajón, me animan seguir escribiendo :)
ResponderEliminarAlaaa!!!! esta genial me encanta como describes!!! Sigo ^^
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