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Soy Espe, tengo 14 años. Mi nombre artístico es Natsuki (que significa Esperanza en japonés)Mi sueño es poder llegar a ser algún día escritora pero no sé si sirvo para esto, por eso, he creado este blog para averiguarlo y aprender de las críticas. Busco entretener y hacer pasar un buen rato a mis lectores =) Soy rubia, con los ojos azules, alta y de piel bastante blanca. Por cierto, espero que sea innecesario advertir que estas historias son de mi propiedad y que por tanto, nadie está autorizado a copiarlas/plagiarlas. Gracias =D

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Capítulo 7: ¿Qué pasa con Addae y Noelia?

(Hassan)
Intentaba ser fuerte, no quería molestar a nadie con mi lloriqueo, pero echaba de menos a mi familia, mi ciudad, mi país, mis costumbres. “El cambio es para mejor”, me repetía una y otra vez. Me mordí el labio para contener las lágrimas, no era momento de lamentarse, ahora me esperaba una nueva vida.
Me levanté de la cama y me miré al espejo. Mi rizado pelo castaño, estaba completamente despeinado, mis ojos marrones, enrojecidos y llenos de ojeras por la falta de sueño. Definitivamente, no tenía el mejor aspecto, pero supongo que no era nada que unas cuantas horas de sueño, no pudieran arreglar. Me aseé, fui hacia mi taquilla y rebusqué entre la ropa que Alicia me había dado después de comer. Escogí una camiseta azul de manga corta, unos vaqueros y unas deportivas blancas.  Salí de la habitación sigilosamente, para no despertar a los demás muchachos que dormían la siesta.
Caminé hacia el jardín, en busca de alguien con quien pasar el rato. Unos cálidos rayos de sol, acariciaron mi cara, un suave viento, movió mi pelo.  De repente, tuve unas ganas enormes de correr, sin rumbo fijo, solo correr, revolcarme por la hierba y que su olor me envolviera. El niño en mí, tan lejano y subyugado por la rapidez que tuve que darme en madurar, se sentía más libre y vivo que nunca. Crecía en mi una nueva fuerza y unas ganas de demostrarle al mundo que tenía cien motivos para llorar pero ciento uno para reír.
Echados en la hierba estaban Addae y Noelia, me hacían señas con la mano para que me acercara.
 - Me alegro de veros- les dediqué una sonrisa y me senté junto a ellos.
 - ¿Cómo estás? ¿Qué pasó al final con Naima?- preguntó Addae.
 - Ahora que lo pienso, la última vez que la vi, estaba hablando con Gabriel. Me pregunto que habrá pasado.
- No has respondido a la primera pregunta…- Noelia me miró.
- Perdón, supongo que estoy bien.- intenté disimular con una sonrisa, pero mis ojos me delataron- Vale, a medias, me alegro mucho de estar aquí, pero no es fácil dejar toda una vida.
- Mírale el lado bueno, al menos tienes unos padres a los que echar de menos…
- No sé nada de vosotros.
Se miraron entre sí.
- Yo soy española, mi madre me abandonó siendo un bebé. Por lo que sé, me tuvo con dieciséis años, a sus padres no les hizo ninguna gracia y me trajeron aquí. A veces siento curiosidad por saber como es, pero se pasa rápido. La única que me ha cuidado,  se ha preocupado por mí y  que ha pasado noches en vela cuando estaba enferma es Alicia, así que en lo que a mí respecta, ella es mi madre, me da igual lo que el ADN diga. Soy una chica alocada a la que le gusta divertirse, que tiene su propio mundo sin maldad, al que sólo quien yo quiero puede entrar. Para mí una guitarra y un grupo de amigos, es el paraíso. Soy feliz y nada hará que deje de serlo. ¿Qué más quiero?- Noelia no dejaba de sonreír mientras hablaba.
- Yo al igual que Noelia, también me crié aquí, es todo lo que tengo y lo único que necesito. Excepto Naima y tú, todos llevamos aquí desde pequeños. Si el centro cerrara, se nos vendría el mundo encima-Addae hizo una pausa antes de la siguiente frase-¿Estás nervioso por el instituto?
 - Vaya, no lo había pensado. Un poco la verdad  pero supongo que no más que cualquiera que tenga que adaptarse a algo nuevo- dije quitándole importancia.
- No es tan malo, exámenes casi todas las semanas, pilas de deberes… Ya sabes, el cielo-noté la aplastante ironía en la voz de Noelia.
Addae la llamó exagerada y eso dio pie a una interminable competición en la que el único objetivo, era hacer rabiar al otro. No paraba de reír con cada tontería que hacían.  De repente, vi a alguien corriendo sin parar y gritando. Estaba bastante lejos, por lo que no podía oír lo que gritaba, sin embargo, no dudé ni un momento al ver la figura, era Naima.

martes, 12 de octubre de 2010

Capítulo 6: Naima

 (Naima)

El hablar con Hassan me había ayudado mucho, me hizo comprender más de lo que yo pensaba. Acaba de llegar al centro de acogida, pero siento como si nos conociéramos de siempre, es extraño. Pienso que será porque compartimos unas mismas experiencias y raíces. 
Sólo hace una hora desde mi pelea con Gabriel, pero la ausencia de su voz ya me quema por dentro. La idea de perderlo para siempre me ahoga sin remedio, hace que sienta un inexplicable dolor en el pecho, una inmensa sensación de vacío y anula en mí toda capacidad de razón. No entiendo por qué me siento así, jamás había sentido nada parecido. 
Miro por la ventana, mi mente se pierde imaginando mil formas para cada esponjosa nube, que flota como queriendo desafiar la ley de la gravedad. Una suave brisa roza mi cara. Eso me hace cerrar los ojos, por lo que hasta que no siento una cálida mano en mi hombro, no me doy cuenta de su presencia. Giro la cabeza y me pierdo en el gris de sus ojos, en su mirada triste, que esconde palabras jamás pronunciadas.
 - Hola, Naima vengo a disculparme- comienzo a hablar, pero él coloca un dedo en mis labios, para hacerme guardar silencio. Su cara mostraba una expresión tan arrepentida que no podía negarme- He sido un imbécil, lo admito. No pienso nada de lo que dije, estaba enfadado conmigo mismo por no poder hacer nada para hacerte sentir mejor. No soportaba verte tan indefensa, temblando.
 - Sí que podías hacer algo, podrías haberme escuchado. Tenías razón, sólo intentaba buscar mil excusas- hincho los mofletes y pongo cara de niña enfadada, me queda bastante cómico- No pienses que la próxima vez que me critiques te daré la razón, así que más vale que te andes con cuidado o serás guaperas muerto.
Sonríe.
- ¿Guaperas? Yo pensaba que mi mote era malditobocazasinsensibleyestúpido.
 Me sonrojo. Genial, ya tenía nueva misión: matar a Hassan.
 - Yo…sí…bueno… Lo siento estaba molesta.
 - ¿Sabes? Tengo que darle las gracias a Hassan por esa pequeña información, ese color le sienta muy bien a tu piel-se burló.
Eso solo hace que me sonroje más, mi cara está ardiendo. Debo de parecer tonta.
- No te preocupes, te ahorraré las molestas, morirá antes- dije apretando los dientes.
- Jajaja. Pasan los años, pero sigues siendo la misma.
- ¿Has venido a arreglar las cosas o a reírte de mí? Si es lo segundo, vuelve por donde has venido.
- Uy gatita, no saques las uñas tan pronto. Cómo has dicho, no habrá muchas veces en las que pueda criticarte sin acabar en el hospital, tengo que aprovechar la situación.
Le golpeo en el pecho suavemente. En el fondo, adoro la forma en la que intenta molestarme. Me coge la muñeca.
- Ya lo creo que voy a aprovecharla, llevo mucho tiempo esperando, se acabó el silencio.
- ¿A qué te refieres?
Alza la mano y acaricia mi mejilla, una lágrima resbala por ella. Sus dedos recorren suavemente el contorno de mi rostro. Se inclina hacia mí y besa con infinita dulzura mi frente, mis párpados, mi nariz, mi mejilla. Se detiene a pocos centímetros de mis labios, puedo sentir su agitada respiración. Casi involuntariamente lo abrazo, al hacerlo siento como nuestros corazones laten a un frenético ritmo, sincronizados. Sé que está esperando mi aprobación, un roce, una mirada. Una parte de mí lo desea más que a nada, pero la otra… Son demasiados sentimientos que debo controlar. Además, no es el único…
Oigo un pequeño ruido. Entonces veo su silueta.
-No, no puede ser, por favor…- susurro.
Allí está, mirándonos. Esos ojos cargados de odio y esa expresión dolida, atraviesan mi alma como lo haría la más afilada de las espadas. Me quedo sin aliento, no puedo moverme.
- No os preocupéis, me voy, sé que sobro. Siempre he sobrado-su voz está llena de ira.
Veo como se aleja, mi cuerpo no responde. Lucho por recuperar la movilidad. Cuando lo consigo, algo me impide salir corriendo: aún estaba abrazada a Gabriel. Sus ojos suplican que no me marche. Los míos, que me deje marchar. Una lucha de miradas que parece parar el tiempo. Finalmente, la mía vence. Su cuerpo se relaja, liberándome. Esbozo media sonrisa, en señal de agradecimiento. Después corro, corro en busca de la silueta.

domingo, 10 de octubre de 2010

Capitulo 5: malditobocazasinsensibleyestúpido


-¿Y a ti qué te importa si me culpo o no?-protestó Naima.
- Porque yo…- Gabriel no terminó la frase, calló un momento, bajó la mirada y continuó- ¡Lo único que quieres es buscar un culpable para sentirte mejor, para buscar una razón, es más cómodo para ti que enfrentarte a la realidad!
Naima le miró dolida, después salió corriendo.
 Él se llevó una mano a la boca, sorprendido por sus propias palabras.
- Lo…lo siento yo no quería decir eso… ¡Naima!, ¡Naima, espera!
Se dejó caer de rodillas al suelo y se cubrió la cara con las manos.
- Mierda, siempre lo estropeo todo-gimió.
- No te tortures amigo. Verás como todo se arregla- Addae le apretó el hombro en señal de apoyo.
- Perdón…No sabía que iba a reaccionar así-dije.
- Tranquilo está bien, además, ya es hora de que lo supere-me tranquilizó Noe.
- Vaya, vaya ¿y luego soy yo el borde que no sabe tratar a las chicas?-dijo sonriendo Andrei.
- Ah, claro, debí imaginármelo, para ti la situación es de lo más divertida- el chico rubio empezaba a enfadarse.
- Ahora que lo mencionas, la verdad es que sí.
- Chicos, calmaos…-Addae los miró preocupado.
- Creo que será mejor que me vaya…-mascullé.
- Andrei, para- ordenó firmemente Noe- ¿Hassan, podrías ir a ver como está Naima? Creo que ahora mismo eres quien mejor puede entenderla.
Después de que me dieran las indicaciones para llegar al cuarto, me puse en camino. Paré frente a la puerta dudoso. A fin de cuentas, la acababa de conocer y no sabía si le sentaría muy bien que me entrometiese. Me armé de valor y llamé a la puerta.
-Si eres tú malditobocazasinsensibleyestúpido… ¡Vete lejos, donde no vuelva a verte!-hablaba tan rápido que no separaba algunas palabras.
- ¿Me acabas de conocer y ya quieres perderme de vista? Pues ya veo que me adoras, sí- dije tratando de aplacar la tensión que se respiraba.
- ¿Hassan? Mejor vete, no me apetece hablar con nadie.
- Si así lo deseas lo haré, pero ten en cuenta, que dudo que ahora mismo, haya cerca alguien con quien puedas desahogarte y que sea mas imparcial que yo-tras una pausa añadí con voz solemne- y que sepa que es estar en una patera.
Escuché como lentamente, se bajaba de la cama y caminaba hacia la puerta, dispuesta a abrirla.
-¿Ves? Si ya decía yo que me adoras, me dejas entrar en tu habitación y todo- me miró con cara de poco amigos, así que cerré la boca-Vale disculpa, solo intentaba hacerte sonreír.
Hizo un gesto con la cabeza para que entrase. Era una habitación muy parecida a la de los hombres. La única diferencia, es que Alicia, había mandado pintar la pared de rosa.
Me senté en la cama junto a ella.
- Me he enterado de lo que le pasó a tu hermano. No fue culpa tuya- le puse un dedo en los labios para hacerla callar-Calla, sé lo que vas a decirme y repito, no fue culpa tuya. Lamentarte no te va a servir de nada, puede que incluso estando allí con él, la ola lo hubiese derribado igualmente. En la vida tomamos decisiones, quizás vitales, cada segundo. Elegimos una dirección y jamás sabremos que había en ese momento justo, en la otra, pero si por cada decisión tomada, pensamos en que podría habernos pasado, nunca seremos felices, siempre estaremos insatisfechos, nada de lo que hagamos podrá llenarnos. No pido que olvides a tu hermano, eso es imposible, mas si que vivas y disfrutes por él esta oportunidad que has conseguido. Contéstame a algo: si tu fueses la que hubiera muerto aquel día, ¿preferirías que tu hermano viviese torturándose por tu pérdida o que hiciera todo aquello que a ti no se te dio la posibilidad de hacer, que fuese feliz y que sonriera cada vez que recordase los buenos momentos contigo?
- Creo que tienes razón. No tenías ningún motivo para haber venido a consolarme y sin embargo, aquí estas. Gracias, de verdad.
Me abrazó. Sonreí.
-¿De qué parte de Marruecos eres?-pregunté.
- De Marrakech. ¿Y tú?
- Fez. Bueno, será mejor que bajemos, el malditobocazasinsensibleyestúpido está destrozado.
- No sé si me apetece verle. Me ha hecho daño y más viniendo de él…
Enarqué una ceja. Después se dibujó en mi cara una sonrisa burlona.
-  Está bien, olvida lo que acabo de decir fasí.

Todos estaban comiendo cuando llegamos. Nos sentamos rápidamente al ver la cara de Alicia. Ya habría tiempo de arreglar las cosas después.

Inmediatamente después de comer, Gabi se dirigió a hablar con Naima.


Fasí= natural de Fez :)

viernes, 8 de octubre de 2010

Capítulo 4: Centro de acogida


Abrí los ojos, me costó un poco orientarme y recordar dónde estaba. “Vaya, al parecer en algún punto de mis pensamientos me quedé dormido. ¿Dónde estarán los demás?” Pareciera como si me hubiesen leído la mente, al poco oí una voz.
- ¡Hassan, por fin estás despierto! Fue traerte a la habitación, despistarme un momento y ya estabas frito, no me ha dao ni tiempo ha enseñarte un poco esto-me miró, se acercó y me acarició la mejilla-No te preocupes sé que estabas cansado, debió ser muy duro.
Le sonreí, me caía bien. Tenía alrededor de cuarenta años, unas cuantas arrugas empezaban a hacer mella en su ligeramente morena cara. Su pelo era de un tono intermedio entre el rubio y el castaño, sus ojos de un precioso verde esmeralda, sus labios de un rosa pálido, se habían tornado en una sonrisa. Era más bien alta, delgada, pero de caderas anchas.
-Bueno, enséñemelo ahora.
- Esa es una estupenda idea, de todos modos, tengo que enseñarte el camino al comedor, en diez minutos empezarán a bajar los demás muchachos. Confío en que te lleves bien con ellos. Como ahora verás, la casa es bastante antigua, era de una señora adinerada, amablemente nos la donó y la retocamos un poco, para convertirla en lo que hoy es: un centro de acogida. Todo es bastante humilde, muchos de los muebles se los llevó la señora a su nueva casa, sin embargo, el comedor lo dejó intacto.
Salimos de la habitación, subimos las escaleras y de camino, me fue enseñando la biblioteca, donde había varias mesas de madera con flexos, unos cuantos sillones rojos, sillas y unas enormes estanterías repletas de libros de diversos temas. Desde enciclopedias y libros de texto, hasta novelas juveniles y mangas.
 La sala de estar, tenía una televisión mediana, en frente de la cual, había unos cuantos sofás de piel, que por su color, parecían bastante antiguos. Una mesa de cristal y, en una esquina de la habitación, un par de ordenadores.
Salimos al pasillo. Varias habitaciones lo recorrían, pertenecían a los empleados. Entre ellas, la de Alicia. Intenté imaginar como sería. Torcimos la esquina y vimos una pintura que me fascinó. Era de una mujer mayor. A pesar de las arrugas de su cara, se podía deducir, que en otro tiempo, su belleza había deslumbrado a todo el que pasaba por su lado. Le pregunté a Alicia de quién se trataba y ella me explicó, que era de la acaudalada señora de la que me había hablado antes.
Más adelante, entramos en la cocina. Estanterías repletas de especias y armarios con platos, vasos y demás utensilios, decoraban las paredes. El suelo era de mármol blanco.  Una nevera negra, una encimera también de mármol, una cocina a gas, un horno, un microondas y varios electrodomésticos más, hacían de la estancia, una cocina en toda regla.
Anduvimos unos metros más. Pensé que la siguiente sala, sería como las demás, con paredes de madera, humilde, pero a pesar de ello, sin faltarle de nada. De repente, la directora Alicia, paró frente a unas puertas de madera de ébano y pomos de un dorado envejecido. Era el comedor. Cuando entré, me quede boquiabierto, era una sala enorme. Una mesa larguísima, adornada con flores y candelabros de un dorado perfecto, ocupaba el centro de la habitación. Lujosas lámparas de delicado cristal, colgaban del techo. Las paredes y el techo de madera, le daban un toque señorial y acogedor. Tuve que obligarme a cerrar la boca, mis compañeros empezaban a llegar. La mayoría eran más pequeños que yo, sólo cinco parecían tener más o menos mi edad, éstos se acercaron.
Un chico rubio, con el pelo corto, alto, fornido, de piel blanca y penetrantes ojos grises, fue el primero en hablar.
-Tú debes de ser el nuevo, me llamo Gabriel.
-¡Hola! Encantada de conocerte soy Noelia-dijo mientras me besaba en la mejilla, una pelirroja, con el pelo recogido en una coleta, tez pálida y unos preciosos ojos, de un tono verde azulado.
- Y yo Naima-la miré, el acento me llamó la atención. Ella tenía una lisa cabellera castaña y ojos color café. Sus facciones eran suaves y sus labios, finos.
-Addae-dijo estrechando mi mano un chico de piel negra, de intensos ojos color miel y pelo negro y muy corto.
- Hola, sí, unos policías me trajeron aquí esta mañana. Soy Hassan.
- Ah, vaya, ¿ya habéis terminado de presentaros? Puedes llamarme Andrei.
 Me giré para averiguar de donde provenía la voz. Un chico alto, delgado y con el pelo castaño oscuro, estaba apoyado en la pared. Vestía unos pantalones y una camisa negra. En la cara tenía una gran cicatriz. 
-¿De dónde eres? ¿Por qué te trajeron aquí?-preguntó Noelia.
- Soy de Marruecos. Vine en patera.
Me estremecí al recordarlo pero no fui el único. Naima estaba con la cabeza gacha, abrazada a sí misma y tiritando.
-¿Qué te ocurre?
-Nada, estoy bien Gabriel.
- No, no estás bien. ¡Deja de culparte!
Disimuladamente, Noelia se acercó a mí.
- Ella también es marroquí, al igual que tú vino en patera. Viajaba con su hermano pequeño, de dos años, Ahmed. Ese día hubo una gran tormenta, el pequeño tenía frío, así que fue a buscar algo para cubrirlo. Le dijo que no se moviera, pero él no le hizo caso, se acercó demasiado al borde del barco y una ola lo derribó y se golpeó en la cabeza…Se culpa por haber dejado solo a su hermano. Cada vez que alguien menciona la palabra patera, se pone así. Me imagino que ya de por sí, el viaje tiene que ser horrible.
-Lo es-corroboré.
Seguí callado escuchando la conversación. Tenía el presentimiento de que no acabaría bien.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Capítulo 3:Realidad

Pasadas unas horas, el barco se paró y rápidamente desperté. Nadia sabía que iba a marcharme. Me abrazó y me besó en la mejilla. Me despedí de ella y de los pequeños.
Salí corriendo. Noté que algo me agarraba.
- Hassan, recuerda mis palabras, conseguirás lo que te propongas. Confía en ti.
 La abracé y le deseé que todo le fuera bien.
Pasé entre la gente a toda velocidad y al salir del barco, vi a unos hombres de uniforme. Al identificar su profesión, eché a correr todo lo rápido que pude, pero no conseguí escapar. Tras un rato de carrera, me atraparon.
 -Tranquilo chico, no quiero hacerte daño. ¿Cómo te llamas?
 - Hassan- contesté tímidamente.
 - Dime Hassan, ¿como se llaman tus padres? ¿De donde vienes?
 Recordé lo que tenía que hacer y dije:
 -No tengo familia, soy huérfano.
El policía frunció el ceño e hizo un gesto a su compañero, el cual, pasados unos minutos, volvió con ropa, una manta y comida. Me cambié, me cubrí con la manta y devoré los alimentos con ansia. Una vez que hube saciado mi hambre, intenté escuchar la conversación.
-¿Qué hacemos con él?, preguntó el primer policía.
- Mientras intentamos averiguar algo más, llevémosle a un centro de acogida.
“¿Centro de acogida?”, pensé.
El policía me tendió la mano y me condujo hacia su coche. Ni siquiera pensé en no subir, de todos modos ya poco podía perder. Después de treinta minutos recorriendo una inmensa ciudad, con preciosas casas y multitud de gente, nos paramos en un extraño edificio. Entramos y una amable señora, me acarició la mejilla y con voz dulce me dijo:
-Hola, acompáñame y te mostraré tu habitación.
 Mientras recorría los pasillos, pude ver la cantidad de niños que había allí. Algunos, para mi sorpresa, parecían ser marroquíes como yo.
Cuando entré a la luminosa habitación, en la que había unas cómodas camas, unas taquillas y un baño, sentí que me temblaban las piernas. Me tumbé en la cama.¡Qué blandita era! Un pensamiento cruzó mi mente: “lo he logrado”. Por fin estoy aquí, pero ¿conseguiré estudiar y tener un buen trabajo? ¿Podré cumplir mi promesa y volver a por mis padres algún día? In sha'a Allah.

martes, 21 de septiembre de 2010

Capítulos 2: Incertidumbre


A la mañana siguiente, antes de que mis padres se levantaran, cogí el dinero y salí de mi casa. Conseguí infiltrarme en un camión que me llevase hasta la costa. Bajé de él antes de que me descubrieran.
Tras mucho buscar, di con el señor al que le tenía que dar el dinero. Tenía aspecto de mafioso. Daba mucho miedo y me miraba con desprecio. Cuando le entregué los billetes, pensé en todo lo que podría hacer mi familia con tal cantidad de dirhams, pero tenía la esperanza de que valiese la pena.

Asustado, entré en la minúscula embarcación que no tendría más de veinte metros de eslora. Miré a mí alrededor. Allí podría haber más de trescientas personas: hombres, mujeres, bebés, niños, todos con mi misma cara asustada, pensando que nos esperaría.  A la media hora, el barco salió. Me senté en el frío suelo lo mas encogido posible pues no cabía ni un alfiler. Tras un rato de viaje, empezaba a haber un intenso olor a orina, excrementos y sudor, ya que había que evacuar donde se podía.

De repente, una intensa tormenta sacudió la patera. El viento y las olas no tenían piedad, arrasaban todo a su paso. Todos luchaban contra la marea, aferrándose a todo objeto, que les ofreciese un poco de estabilidad. Mujeres y niños, buscaban desesperados mantas para resguardarse del frío. Me acurruqué en una esquina, agarrándome a lo que podía, sin parar de temblar y llorar. Bajo la manta, imaginaba que estaba en los cálidos brazos de mi madre.

En medio del alboroto, pude oír el llanto de un bebé. Levanté la cabeza y vi a una mujer tiritando de frío, con un niño de a penas 4 meses en los brazos y una niña de la misma edad que Samira. Sí, esa niña me recordó a ella. La quería mucho, se me haría difícil estar lejos de mi hermanita. “Tengo que hacer algo”, pensé. El frío me había entumecido el cuerpo, pero sentía que no podía quedarme de brazos cruzados. Sin una manta, los pequeños se pondrían enfermos.
Tenía que actuar rápido, no me lo pensé más, cogí mi manta y fui como pude hasta la mujer.
-Tome, la necesita más que yo- señale a sus hijos.
Me miró como si no creyese que realmente le ofrecía la manta, como si esperase a que me desvaneciese como un sueño.
- Pero hace mucho frío y estás empapado.
- No importa, soy fuerte. Su bebé y su hija están tiritando. Por favor, acéptela y cúbrase también.
Me alegre al ver que poco a poco, gracias a la manta, iban recuperando el color de la cara.
-Ven pequeño, sobra un trozo de manta- dijo con una sonrisa la mujer.
Me acurruqué junto a ella y así, esperamos lo mejor que pudimos a que pasase la tormenta.
Fueron 2 horas de agonía pero conseguí sobrevivir.
- Si no hubieras llegado con la manta, no sé que hubiera pasado, te debo mi vida y la de mis pequeños. ¿Qué puedo hacer para agradecértelo?-preguntó la mujer.
-Nada. Hice lo que tenía que hacer-sonreí-¿Sabe? Tengo una hermana de su edad-dije señalando a su hija que estaba dormida en su regazo.
-Entonces tiene suerte de tener un hermano como tu.
-No sé, pero lo que sí sé es que pasará mucho tiempo antes de volver a verla.
Contuve las lágrimas. Ella me acaricio la cabeza para consolarme. Al menos no estaba solo, eso me hizo sentir mejor.
- ¿Cómo te llamas chico valiente?
- Hassan, señora.
- Tus padres deben de estar muy orgullosos, Hassan. Eres fuerte, amable y valiente. Estoy segura de que conseguirás todo lo que te propongas. Me llamo Nadia.
La niña empezaba a despertarse. Abrió los ojos. Le acaricié la mejilla.
-Hola, soy Hassan. ¿Cómo te llamas?
- Yamila-contestó con su aguda vocecita.
- Tienes un nombre precioso, Yamila. ¿Cuántos años tienes?
- Nueve.
- Justo como pensaba, mi hermanita tiene tu misma edad.
- ¿Dónde está? Yo quiero conocerla.
     - No está aquí, pero quién sabe, quizás la conozcas algún día. Seríais buenas amigas-le dediqué una cálida y    sincera sonrisa.
El bebé comenzó a llorar. Tenía hambre. La madre le dio el pecho. Al poco, la tripita de Yamila, rugió hambrienta. 
-Tengo hambre mami-sollozó.
Me toqué el bolsillo.
- Espera, creo que tengo algo.
Llevaba un par de caramelos y un bocadillo que unos turistas me habían dado el día anterior. Estaba mojado, pero era mejor que nada.
- No, no puedo permitirlo. Ya nos has dado tu manta, ahora también tu comida, no-Nadia me miró con firmeza.
-No tengo hambre, de verdad. Me tomaré estos caramelos.
Al escuchar los sollozos de Yamila, tuvo que acceder. Partí el bocadillo en dos trozos. Uno para Yamila y otro para su madre.
Tenía sueño, así que cerré los ojos…

domingo, 19 de septiembre de 2010

Capítulo 1: La noticia.

  
Desde siempre mi sueño ha sido poder viajar a aquel lugar llamado Ispaña, ¿o era España? Bueno en cualquier caso, la cuestión, es que llevo mucho tiempo viendo en la televisión ese país donde todos parecen ser felices, los niños tienen miles de juguetes, las casas son enormes, los chicos de mi edad, van a lo que ellos llaman escuela...

   Eran las ocho y como todas las mañanas, me puse mi chilaba, cogí unos cuantos monederos hechos a mano por mí y me dispuse a intentar conseguir algo de dinero para ayudar a mi familia. Mi padre trabajaba curtiendo el cuero, donde había un desagradable olor a excremento de paloma y mi madre, se quedaba cuidando la casa. Mi padre, Ahmed era un hombre, alto, fuerte, muy trabajador y autoritario. También, quería con locura a su familia. Le gustaba pasar tiempo con mi hermano Ali y conmigo. Ali era el mayor, dos años más que yo. Pronto se casaría con la muchacha que mis padres eligiesen para él.
Mi hermana se llamaba Samira. La pequeña de la casa, tan sólo nueve años. Todos éramos muy protectores con ella.
Amina, mi madre, era una mujer joven y bella. Su cara era muy dulce, siempre tenía una sonrisa y su voz, suave.
Mis padres se amaban y respetaban. Ese amor no había nacido antes de casarse, ya que no se conocían, sino con el paso del tiempo, con los años de convivencia.
 
 -Salam Aleikum, Hassan-dijo mi padre.
-Aleikum Salam, padre-contesté.
- No regreses muy tarde a casa, tu madre y yo tenemos que hablar contigo.
-Esta bien, padre.

Salí de mi casa de la medina algo inquieto por sus palabras, pero ahora lo que más me importaba era conseguir vender los monederos. Corrí por las estrechas calles, hasta ver a un grupo de turistas frente a la entrada de la madraza. Me acerqué a ellos para intentar averiguar su procedencia y por suerte eran españoles. Gracias a la televisión pude aprender muchas cosas sobre España, entre las que se encuentra su idioma. Tras muchas horas corriendo de aquí para allá, conseguí vender alguno. Estaba muy feliz. Súbitamente, recordé lo que había dicho mi padre y me fui corriendo a casa. Cuando entré, estaban muy serios, tenía miedo de que fueran a regañarme.
-Lo siento, no me di cuenta de...
- Siéntate Hasan-me interrumpió mi madre.
- Sabemos lo mucho que deseas ir a España. Tu madre y yo lo hemos hablado. Queremos que aspires a algo más, que tengas las oportunidades que nosotros no tuvimos. Mi mayor sueño sería verte como uno de esos hombres, con lujosos trajes y un trabajo digno. Desde hace mucho tiempo hemos estado vendiendo y ahorrando para que puedas conseguirlo. Saldrás mañana, te guste o no-dijo mi padre.
Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, en una mezcla de sorpresa, miedo y gratitud.
-Juro que vuestro esfuerzo no será en vano. Algún día volveré y os llevare conmigo-dije llorando.
  Corrí a abrazarlos, sabiendo en el fondo de mi corazón, que esa quizás sería la última vez.
-Cuando llegues allí, pase lo que pase, no dirás más que tu nombre y que eres huérfano. Es muy importante que no lo olvides. Si hablas demasiado te traerán de vuelta- advirtió mi padre.

sábado, 18 de septiembre de 2010

In Sha'a Allah

                     

                                    Prólogo


   Hola amigo lector, soy Hassan. Nací en Fez, una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos. Se divide en tres partes: Fez el Bali, la zona antigua, Fez-Jdid, donde se encuentra la Mellah o barrio judío y Villa Nouvelle, la zona francesa. Por sus laberínticas y sinuosas calles de la medina de Fez el Bali, siempre llenas de gente y animales de carga, se respira un intenso olor mezcla de especias y cuero. En el zoco, se puede ver a numerosos vendedores vestidos con chilaba (unas túnicas anchas y con capucha que cubren desde el cuello hasta los tobillos) y babuchas, (que consiste en una zapatilla ligera, de cuero, abierta por el talón y terminada en punta) vendiendo la indumentaria típica, comida, especias, artículos de marroquinería como monederos, etc. Niños yendo a la madraza o corriendo tras los turistas para venderles algo que les permita comer ese día, mujeres con velo, tejiendo.
 A medida que vas acercándote al barrio de los curtidores, según los turistas, un fuerte y desagradable olor a excremento de paloma y cuero inunda los sentidos, por ello, cuando lo visitan les dan una ramita de hierbabuena, para que la coloquen bajo su nariz. Yo ya estaba acostumbrado a él y por tanto no me resultaba molesto.
Majestuosas puertas y murallas rodean la ciudad.
 Nosotros, los musulmanes, aprendemos desde pequeños a recitar el Corán y fielmente cuando el almuédano llama a la oración desde el minarete de la mezquita, estemos donde estemos, nos arrodillamos y rezamos a Allah.
Ahora, echo de menos todo eso: el ambiente, la gente que es muy acogedora, mi idioma, mi casa de la medina donde vivíamos mis padres mis abuelos y yo, la tranquilidad de una ciudad sin tanto ruido, el amor de  mi familia, el correr libremente por la calle sin miedo al atropello de un coche, el olor de la medina, el rezar en cualquier sitio sin que me miren como a un bicho raro, las tradiciones y filosofía de mi cultura, el ser feliz con lo que tienes, viviendo el día a día intensamente como si fuera un tesoro. Aunque, también tiene su parte mala.  
Sólo quiero contaros mi historia. Todo comenzó cuando tenía aproximadamente catorce primaveras .No es fácil nacer en un país pobre, donde cada día es crucial para tu supervivencia y lo único que te espera desde que naces hasta que mueres, es trabajar  para subsistir. Los ricos son verdaderamente ricos, pero los pobres, no tienen nada, no existe término intermedio. ¿Te lo has imaginado alguna vez? ¿Has imaginado qué nos lleva a viajar en patera? ¿Por qué no lo intentas? Si estás dispuesto, olvida todo lo que ahora tienes y sumérgete en mi mundo.

lunes, 23 de agosto de 2010

Roco

                                                        

  Le di todo mi cariño, fui su compañero de juegos, estuve a su lado en todo momento y sin embargo, aquí me encuentro, solo, muerto de frío y abandonado.
  Soy Roco, un pastor alemán, el mejor amigo de Tom o, al menos, eso pensaba. Tom es un niño de diez años, llegué a su hogar cuando aún era un cachorro, él tendría apenas tres años. Desde aquel día, nunca nos habíamos separado, nunca nos peleábamos, yo  le ofrecía mi compañía cuando estaba triste, siempre le escuchaba y éste me trataba muy bien.
Todos los días jugaba conmigo, no solía dar muchos problemas, pero cuando mis amos me regañaban, siempre me defendía aunque eso le perjudicara. Recuerdo que siempre tenía una sonrisa en los labios y nunca se enfadaba.
  Me eché en un rincón del descampado en el que me hallaba y empecé a recordar aquel día…
…que hizo  que todo cambiara, aquel día en que fui traicionado:

<<Mi amigo y yo jugábamos como todos las tardes con mi pelotita de goma. Él la lanzó muy fuerte y no pude cogerla. La pelota se estampó contra el delicado jarrón de grabados orientales que tanto le gustaba a mi ama. El estruendo sonó por toda la casa. La madre de Tom llegó muy enfadada y preguntó quién había sido.
-         ¡Ha sido Roco, mamá!-dijo Tom asustado.
 Yo ladraba una y otra vez  en señal de protesta, pero mi ama no me hizo caso y fue a golpearme enfadada. Instintivamente, mordí su mano. Cuando me di cuenta de mi error, se la lamí intentando buscar su perdón pero el padre, que había visto la escena, se acercó a mí gritando y me echó de la casa.
Me fui corriendo, arrepentido, dolido y sintiéndome traicionado. Me refugié donde pude intentando cobijarme del frío>>
   Los días siguientes, fui en busca de alguien que pudiera darme comida, pero todos me miraban con desconfianza y me echaban allá donde iba.
  Finalmente, tras varios días, agotado y moribundo, me eché en una esquina a esperar la muerte. Ya nada tenía sentido, no había lugar para mí en el mundo.
Lo último que recuerdo es que una noche, poco antes de morir, vi una silueta acercándose a mí y a pesar de la oscuridad supe que era él.
Moví el rabo contento y con mis últimas fuerzas, lancé un ladrido. Mi amigo tenía la cara llena de lágrimas, me abrazó y no paraba de repetir una y otra vez la misma frase:
-Perdóname,  por favor.
Le lamí la cara y me acurruqué en sus brazos…
Ya no puedo recordar nada más, solo que cerré los ojos y todo acabó.
  Estoy muerto sí, pero nunca me iré del todo. Desde el cielo estaré cuidando  de él y no habrá día que no piense en  mi pequeño amigo.

 Nota: Esta historia la escribí hace un par de años, así que no sé si será muy buena. En caso de que consideréis que no, perdón por el tiempo perdido amigos/as ;)