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Soy Espe, tengo 14 años. Mi nombre artístico es Natsuki (que significa Esperanza en japonés)Mi sueño es poder llegar a ser algún día escritora pero no sé si sirvo para esto, por eso, he creado este blog para averiguarlo y aprender de las críticas. Busco entretener y hacer pasar un buen rato a mis lectores =) Soy rubia, con los ojos azules, alta y de piel bastante blanca. Por cierto, espero que sea innecesario advertir que estas historias son de mi propiedad y que por tanto, nadie está autorizado a copiarlas/plagiarlas. Gracias =D

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Capítulo 3:Realidad

Pasadas unas horas, el barco se paró y rápidamente desperté. Nadia sabía que iba a marcharme. Me abrazó y me besó en la mejilla. Me despedí de ella y de los pequeños.
Salí corriendo. Noté que algo me agarraba.
- Hassan, recuerda mis palabras, conseguirás lo que te propongas. Confía en ti.
 La abracé y le deseé que todo le fuera bien.
Pasé entre la gente a toda velocidad y al salir del barco, vi a unos hombres de uniforme. Al identificar su profesión, eché a correr todo lo rápido que pude, pero no conseguí escapar. Tras un rato de carrera, me atraparon.
 -Tranquilo chico, no quiero hacerte daño. ¿Cómo te llamas?
 - Hassan- contesté tímidamente.
 - Dime Hassan, ¿como se llaman tus padres? ¿De donde vienes?
 Recordé lo que tenía que hacer y dije:
 -No tengo familia, soy huérfano.
El policía frunció el ceño e hizo un gesto a su compañero, el cual, pasados unos minutos, volvió con ropa, una manta y comida. Me cambié, me cubrí con la manta y devoré los alimentos con ansia. Una vez que hube saciado mi hambre, intenté escuchar la conversación.
-¿Qué hacemos con él?, preguntó el primer policía.
- Mientras intentamos averiguar algo más, llevémosle a un centro de acogida.
“¿Centro de acogida?”, pensé.
El policía me tendió la mano y me condujo hacia su coche. Ni siquiera pensé en no subir, de todos modos ya poco podía perder. Después de treinta minutos recorriendo una inmensa ciudad, con preciosas casas y multitud de gente, nos paramos en un extraño edificio. Entramos y una amable señora, me acarició la mejilla y con voz dulce me dijo:
-Hola, acompáñame y te mostraré tu habitación.
 Mientras recorría los pasillos, pude ver la cantidad de niños que había allí. Algunos, para mi sorpresa, parecían ser marroquíes como yo.
Cuando entré a la luminosa habitación, en la que había unas cómodas camas, unas taquillas y un baño, sentí que me temblaban las piernas. Me tumbé en la cama.¡Qué blandita era! Un pensamiento cruzó mi mente: “lo he logrado”. Por fin estoy aquí, pero ¿conseguiré estudiar y tener un buen trabajo? ¿Podré cumplir mi promesa y volver a por mis padres algún día? In sha'a Allah.

martes, 21 de septiembre de 2010

Capítulos 2: Incertidumbre


A la mañana siguiente, antes de que mis padres se levantaran, cogí el dinero y salí de mi casa. Conseguí infiltrarme en un camión que me llevase hasta la costa. Bajé de él antes de que me descubrieran.
Tras mucho buscar, di con el señor al que le tenía que dar el dinero. Tenía aspecto de mafioso. Daba mucho miedo y me miraba con desprecio. Cuando le entregué los billetes, pensé en todo lo que podría hacer mi familia con tal cantidad de dirhams, pero tenía la esperanza de que valiese la pena.

Asustado, entré en la minúscula embarcación que no tendría más de veinte metros de eslora. Miré a mí alrededor. Allí podría haber más de trescientas personas: hombres, mujeres, bebés, niños, todos con mi misma cara asustada, pensando que nos esperaría.  A la media hora, el barco salió. Me senté en el frío suelo lo mas encogido posible pues no cabía ni un alfiler. Tras un rato de viaje, empezaba a haber un intenso olor a orina, excrementos y sudor, ya que había que evacuar donde se podía.

De repente, una intensa tormenta sacudió la patera. El viento y las olas no tenían piedad, arrasaban todo a su paso. Todos luchaban contra la marea, aferrándose a todo objeto, que les ofreciese un poco de estabilidad. Mujeres y niños, buscaban desesperados mantas para resguardarse del frío. Me acurruqué en una esquina, agarrándome a lo que podía, sin parar de temblar y llorar. Bajo la manta, imaginaba que estaba en los cálidos brazos de mi madre.

En medio del alboroto, pude oír el llanto de un bebé. Levanté la cabeza y vi a una mujer tiritando de frío, con un niño de a penas 4 meses en los brazos y una niña de la misma edad que Samira. Sí, esa niña me recordó a ella. La quería mucho, se me haría difícil estar lejos de mi hermanita. “Tengo que hacer algo”, pensé. El frío me había entumecido el cuerpo, pero sentía que no podía quedarme de brazos cruzados. Sin una manta, los pequeños se pondrían enfermos.
Tenía que actuar rápido, no me lo pensé más, cogí mi manta y fui como pude hasta la mujer.
-Tome, la necesita más que yo- señale a sus hijos.
Me miró como si no creyese que realmente le ofrecía la manta, como si esperase a que me desvaneciese como un sueño.
- Pero hace mucho frío y estás empapado.
- No importa, soy fuerte. Su bebé y su hija están tiritando. Por favor, acéptela y cúbrase también.
Me alegre al ver que poco a poco, gracias a la manta, iban recuperando el color de la cara.
-Ven pequeño, sobra un trozo de manta- dijo con una sonrisa la mujer.
Me acurruqué junto a ella y así, esperamos lo mejor que pudimos a que pasase la tormenta.
Fueron 2 horas de agonía pero conseguí sobrevivir.
- Si no hubieras llegado con la manta, no sé que hubiera pasado, te debo mi vida y la de mis pequeños. ¿Qué puedo hacer para agradecértelo?-preguntó la mujer.
-Nada. Hice lo que tenía que hacer-sonreí-¿Sabe? Tengo una hermana de su edad-dije señalando a su hija que estaba dormida en su regazo.
-Entonces tiene suerte de tener un hermano como tu.
-No sé, pero lo que sí sé es que pasará mucho tiempo antes de volver a verla.
Contuve las lágrimas. Ella me acaricio la cabeza para consolarme. Al menos no estaba solo, eso me hizo sentir mejor.
- ¿Cómo te llamas chico valiente?
- Hassan, señora.
- Tus padres deben de estar muy orgullosos, Hassan. Eres fuerte, amable y valiente. Estoy segura de que conseguirás todo lo que te propongas. Me llamo Nadia.
La niña empezaba a despertarse. Abrió los ojos. Le acaricié la mejilla.
-Hola, soy Hassan. ¿Cómo te llamas?
- Yamila-contestó con su aguda vocecita.
- Tienes un nombre precioso, Yamila. ¿Cuántos años tienes?
- Nueve.
- Justo como pensaba, mi hermanita tiene tu misma edad.
- ¿Dónde está? Yo quiero conocerla.
     - No está aquí, pero quién sabe, quizás la conozcas algún día. Seríais buenas amigas-le dediqué una cálida y    sincera sonrisa.
El bebé comenzó a llorar. Tenía hambre. La madre le dio el pecho. Al poco, la tripita de Yamila, rugió hambrienta. 
-Tengo hambre mami-sollozó.
Me toqué el bolsillo.
- Espera, creo que tengo algo.
Llevaba un par de caramelos y un bocadillo que unos turistas me habían dado el día anterior. Estaba mojado, pero era mejor que nada.
- No, no puedo permitirlo. Ya nos has dado tu manta, ahora también tu comida, no-Nadia me miró con firmeza.
-No tengo hambre, de verdad. Me tomaré estos caramelos.
Al escuchar los sollozos de Yamila, tuvo que acceder. Partí el bocadillo en dos trozos. Uno para Yamila y otro para su madre.
Tenía sueño, así que cerré los ojos…

domingo, 19 de septiembre de 2010

Capítulo 1: La noticia.

  
Desde siempre mi sueño ha sido poder viajar a aquel lugar llamado Ispaña, ¿o era España? Bueno en cualquier caso, la cuestión, es que llevo mucho tiempo viendo en la televisión ese país donde todos parecen ser felices, los niños tienen miles de juguetes, las casas son enormes, los chicos de mi edad, van a lo que ellos llaman escuela...

   Eran las ocho y como todas las mañanas, me puse mi chilaba, cogí unos cuantos monederos hechos a mano por mí y me dispuse a intentar conseguir algo de dinero para ayudar a mi familia. Mi padre trabajaba curtiendo el cuero, donde había un desagradable olor a excremento de paloma y mi madre, se quedaba cuidando la casa. Mi padre, Ahmed era un hombre, alto, fuerte, muy trabajador y autoritario. También, quería con locura a su familia. Le gustaba pasar tiempo con mi hermano Ali y conmigo. Ali era el mayor, dos años más que yo. Pronto se casaría con la muchacha que mis padres eligiesen para él.
Mi hermana se llamaba Samira. La pequeña de la casa, tan sólo nueve años. Todos éramos muy protectores con ella.
Amina, mi madre, era una mujer joven y bella. Su cara era muy dulce, siempre tenía una sonrisa y su voz, suave.
Mis padres se amaban y respetaban. Ese amor no había nacido antes de casarse, ya que no se conocían, sino con el paso del tiempo, con los años de convivencia.
 
 -Salam Aleikum, Hassan-dijo mi padre.
-Aleikum Salam, padre-contesté.
- No regreses muy tarde a casa, tu madre y yo tenemos que hablar contigo.
-Esta bien, padre.

Salí de mi casa de la medina algo inquieto por sus palabras, pero ahora lo que más me importaba era conseguir vender los monederos. Corrí por las estrechas calles, hasta ver a un grupo de turistas frente a la entrada de la madraza. Me acerqué a ellos para intentar averiguar su procedencia y por suerte eran españoles. Gracias a la televisión pude aprender muchas cosas sobre España, entre las que se encuentra su idioma. Tras muchas horas corriendo de aquí para allá, conseguí vender alguno. Estaba muy feliz. Súbitamente, recordé lo que había dicho mi padre y me fui corriendo a casa. Cuando entré, estaban muy serios, tenía miedo de que fueran a regañarme.
-Lo siento, no me di cuenta de...
- Siéntate Hasan-me interrumpió mi madre.
- Sabemos lo mucho que deseas ir a España. Tu madre y yo lo hemos hablado. Queremos que aspires a algo más, que tengas las oportunidades que nosotros no tuvimos. Mi mayor sueño sería verte como uno de esos hombres, con lujosos trajes y un trabajo digno. Desde hace mucho tiempo hemos estado vendiendo y ahorrando para que puedas conseguirlo. Saldrás mañana, te guste o no-dijo mi padre.
Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, en una mezcla de sorpresa, miedo y gratitud.
-Juro que vuestro esfuerzo no será en vano. Algún día volveré y os llevare conmigo-dije llorando.
  Corrí a abrazarlos, sabiendo en el fondo de mi corazón, que esa quizás sería la última vez.
-Cuando llegues allí, pase lo que pase, no dirás más que tu nombre y que eres huérfano. Es muy importante que no lo olvides. Si hablas demasiado te traerán de vuelta- advirtió mi padre.

sábado, 18 de septiembre de 2010

In Sha'a Allah

                     

                                    Prólogo


   Hola amigo lector, soy Hassan. Nací en Fez, una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos. Se divide en tres partes: Fez el Bali, la zona antigua, Fez-Jdid, donde se encuentra la Mellah o barrio judío y Villa Nouvelle, la zona francesa. Por sus laberínticas y sinuosas calles de la medina de Fez el Bali, siempre llenas de gente y animales de carga, se respira un intenso olor mezcla de especias y cuero. En el zoco, se puede ver a numerosos vendedores vestidos con chilaba (unas túnicas anchas y con capucha que cubren desde el cuello hasta los tobillos) y babuchas, (que consiste en una zapatilla ligera, de cuero, abierta por el talón y terminada en punta) vendiendo la indumentaria típica, comida, especias, artículos de marroquinería como monederos, etc. Niños yendo a la madraza o corriendo tras los turistas para venderles algo que les permita comer ese día, mujeres con velo, tejiendo.
 A medida que vas acercándote al barrio de los curtidores, según los turistas, un fuerte y desagradable olor a excremento de paloma y cuero inunda los sentidos, por ello, cuando lo visitan les dan una ramita de hierbabuena, para que la coloquen bajo su nariz. Yo ya estaba acostumbrado a él y por tanto no me resultaba molesto.
Majestuosas puertas y murallas rodean la ciudad.
 Nosotros, los musulmanes, aprendemos desde pequeños a recitar el Corán y fielmente cuando el almuédano llama a la oración desde el minarete de la mezquita, estemos donde estemos, nos arrodillamos y rezamos a Allah.
Ahora, echo de menos todo eso: el ambiente, la gente que es muy acogedora, mi idioma, mi casa de la medina donde vivíamos mis padres mis abuelos y yo, la tranquilidad de una ciudad sin tanto ruido, el amor de  mi familia, el correr libremente por la calle sin miedo al atropello de un coche, el olor de la medina, el rezar en cualquier sitio sin que me miren como a un bicho raro, las tradiciones y filosofía de mi cultura, el ser feliz con lo que tienes, viviendo el día a día intensamente como si fuera un tesoro. Aunque, también tiene su parte mala.  
Sólo quiero contaros mi historia. Todo comenzó cuando tenía aproximadamente catorce primaveras .No es fácil nacer en un país pobre, donde cada día es crucial para tu supervivencia y lo único que te espera desde que naces hasta que mueres, es trabajar  para subsistir. Los ricos son verdaderamente ricos, pero los pobres, no tienen nada, no existe término intermedio. ¿Te lo has imaginado alguna vez? ¿Has imaginado qué nos lleva a viajar en patera? ¿Por qué no lo intentas? Si estás dispuesto, olvida todo lo que ahora tienes y sumérgete en mi mundo.