A la mañana siguiente, antes de que mis padres se levantaran, cogí el dinero y salí de mi casa. Conseguí infiltrarme en un camión que me llevase hasta la costa. Bajé de él antes de que me descubrieran.
Tras mucho buscar, di con el señor al que le tenía que dar el dinero. Tenía aspecto de mafioso. Daba mucho miedo y me miraba con desprecio. Cuando le entregué los billetes, pensé en todo lo que podría hacer mi familia con tal cantidad de dirhams, pero tenía la esperanza de que valiese la pena.
Asustado, entré en la minúscula embarcación que no tendría más de veinte metros de eslora. Miré a mí alrededor. Allí podría haber más de trescientas personas: hombres, mujeres, bebés, niños, todos con mi misma cara asustada, pensando que nos esperaría. A la media hora, el barco salió. Me senté en el frío suelo lo mas encogido posible pues no cabía ni un alfiler. Tras un rato de viaje, empezaba a haber un intenso olor a orina, excrementos y sudor, ya que había que evacuar donde se podía.
De repente, una intensa tormenta sacudió la patera. El viento y las olas no tenían piedad, arrasaban todo a su paso. Todos luchaban contra la marea, aferrándose a todo objeto, que les ofreciese un poco de estabilidad. Mujeres y niños, buscaban desesperados mantas para resguardarse del frío. Me acurruqué en una esquina, agarrándome a lo que podía, sin parar de temblar y llorar. Bajo la manta, imaginaba que estaba en los cálidos brazos de mi madre.
En medio del alboroto, pude oír el llanto de un bebé. Levanté la cabeza y vi a una mujer tiritando de frío, con un niño de a penas 4 meses en los brazos y una niña de la misma edad que Samira. Sí, esa niña me recordó a ella. La quería mucho, se me haría difícil estar lejos de mi hermanita. “Tengo que hacer algo”, pensé. El frío me había entumecido el cuerpo, pero sentía que no podía quedarme de brazos cruzados. Sin una manta, los pequeños se pondrían enfermos.
Tenía que actuar rápido, no me lo pensé más, cogí mi manta y fui como pude hasta la mujer.
-Tome, la necesita más que yo- señale a sus hijos.
Me miró como si no creyese que realmente le ofrecía la manta, como si esperase a que me desvaneciese como un sueño.
- Pero hace mucho frío y estás empapado.
- No importa, soy fuerte. Su bebé y su hija están tiritando. Por favor, acéptela y cúbrase también.
Me alegre al ver que poco a poco, gracias a la manta, iban recuperando el color de la cara.
-Ven pequeño, sobra un trozo de manta- dijo con una sonrisa la mujer.
Me acurruqué junto a ella y así, esperamos lo mejor que pudimos a que pasase la tormenta.
Fueron 2 horas de agonía pero conseguí sobrevivir.
- Si no hubieras llegado con la manta, no sé que hubiera pasado, te debo mi vida y la de mis pequeños. ¿Qué puedo hacer para agradecértelo?-preguntó la mujer.
-Nada. Hice lo que tenía que hacer-sonreí-¿Sabe? Tengo una hermana de su edad-dije señalando a su hija que estaba dormida en su regazo.
-Entonces tiene suerte de tener un hermano como tu.
-No sé, pero lo que sí sé es que pasará mucho tiempo antes de volver a verla.
Contuve las lágrimas. Ella me acaricio la cabeza para consolarme. Al menos no estaba solo, eso me hizo sentir mejor.
- ¿Cómo te llamas chico valiente?
- Hassan, señora.
- Tus padres deben de estar muy orgullosos, Hassan. Eres fuerte, amable y valiente. Estoy segura de que conseguirás todo lo que te propongas. Me llamo Nadia.
La niña empezaba a despertarse. Abrió los ojos. Le acaricié la mejilla.
- Hassan, señora.
- Tus padres deben de estar muy orgullosos, Hassan. Eres fuerte, amable y valiente. Estoy segura de que conseguirás todo lo que te propongas. Me llamo Nadia.
La niña empezaba a despertarse. Abrió los ojos. Le acaricié la mejilla.
-Hola, soy Hassan. ¿Cómo te llamas?
- Yamila-contestó con su aguda vocecita.
- Tienes un nombre precioso, Yamila. ¿Cuántos años tienes?
- Nueve.
- Justo como pensaba, mi hermanita tiene tu misma edad.
- ¿Dónde está? Yo quiero conocerla.
- Yamila-contestó con su aguda vocecita.
- Tienes un nombre precioso, Yamila. ¿Cuántos años tienes?
- Nueve.
- Justo como pensaba, mi hermanita tiene tu misma edad.
- ¿Dónde está? Yo quiero conocerla.
- No está aquí, pero quién sabe, quizás la conozcas algún día. Seríais buenas amigas-le dediqué una cálida y sincera sonrisa.
El bebé comenzó a llorar. Tenía hambre. La madre le dio el pecho. Al poco, la tripita de Yamila, rugió hambrienta.
-Tengo hambre mami-sollozó.
Me toqué el bolsillo.
- Espera, creo que tengo algo.
Llevaba un par de caramelos y un bocadillo que unos turistas me habían dado el día anterior. Estaba mojado, pero era mejor que nada.
- No, no puedo permitirlo. Ya nos has dado tu manta, ahora también tu comida, no-Nadia me miró con firmeza.
-No tengo hambre, de verdad. Me tomaré estos caramelos.
Al escuchar los sollozos de Yamila, tuvo que acceder. Partí el bocadillo en dos trozos. Uno para Yamila y otro para su madre.
Tenía sueño, así que cerré los ojos…
Jooooo, es super buenooo!!! espero ke todo le vaya bien!!! me a gustado mucho y escribes mu bien!!! esperando el siguiente!! bsitos!!!
ResponderEliminarSi, es muy bueno, siempre está dispuesto a ayudar a los demás :) Me alegro de que te haya gustado. Muchas gracias :), escribir es mi pasión. Pronto subiré el siguiente! Besos ;)
ResponderEliminarDe nuevo aqui estoy apra cometnar :)
ResponderEliminarHassan es realmente un cielo, me encanto el momento en el que Nadia le dijo que su hermana tenia suerte al poseer un hermano como el ×.×
Esperemos que consigan llegar bien, en cuanto saque un poco mas de tiempo continuare leyendo, un saludo :)
Que tiernoooo!!! Yo quiero un hermano asi ¬¬ XD
ResponderEliminarSigo