Pasadas unas horas, el barco se paró y rápidamente desperté. Nadia sabía que iba a marcharme. Me abrazó y me besó en la mejilla. Me despedí de ella y de los pequeños.
Salí corriendo. Noté que algo me agarraba.
- Hassan, recuerda mis palabras, conseguirás lo que te propongas. Confía en ti.
La abracé y le deseé que todo le fuera bien.
Pasé entre la gente a toda velocidad y al salir del barco, vi a unos hombres de uniforme. Al identificar su profesión, eché a correr todo lo rápido que pude, pero no conseguí escapar. Tras un rato de carrera, me atraparon.
Salí corriendo. Noté que algo me agarraba.
- Hassan, recuerda mis palabras, conseguirás lo que te propongas. Confía en ti.
La abracé y le deseé que todo le fuera bien.
Pasé entre la gente a toda velocidad y al salir del barco, vi a unos hombres de uniforme. Al identificar su profesión, eché a correr todo lo rápido que pude, pero no conseguí escapar. Tras un rato de carrera, me atraparon.
-Tranquilo chico, no quiero hacerte daño. ¿Cómo te llamas?
- Hassan- contesté tímidamente.
- Dime Hassan, ¿como se llaman tus padres? ¿De donde vienes?
Recordé lo que tenía que hacer y dije:
-No tengo familia, soy huérfano.
El policía frunció el ceño e hizo un gesto a su compañero, el cual, pasados unos minutos, volvió con ropa, una manta y comida. Me cambié, me cubrí con la manta y devoré los alimentos con ansia. Una vez que hube saciado mi hambre, intenté escuchar la conversación.
-¿Qué hacemos con él?, preguntó el primer policía.
- Mientras intentamos averiguar algo más, llevémosle a un centro de acogida.
“¿Centro de acogida?”, pensé.
El policía me tendió la mano y me condujo hacia su coche. Ni siquiera pensé en no subir, de todos modos ya poco podía perder. Después de treinta minutos recorriendo una inmensa ciudad, con preciosas casas y multitud de gente, nos paramos en un extraño edificio. Entramos y una amable señora, me acarició la mejilla y con voz dulce me dijo:
-Hola, acompáñame y te mostraré tu habitación.
Mientras recorría los pasillos, pude ver la cantidad de niños que había allí. Algunos, para mi sorpresa, parecían ser marroquíes como yo.
Cuando entré a la luminosa habitación, en la que había unas cómodas camas, unas taquillas y un baño, sentí que me temblaban las piernas. Me tumbé en la cama.¡Qué blandita era! Un pensamiento cruzó mi mente: “lo he logrado”. Por fin estoy aquí, pero ¿conseguiré estudiar y tener un buen trabajo? ¿Podré cumplir mi promesa y volver a por mis padres algún día? In sha'a Allah.