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Soy Espe, tengo 14 años. Mi nombre artístico es Natsuki (que significa Esperanza en japonés)Mi sueño es poder llegar a ser algún día escritora pero no sé si sirvo para esto, por eso, he creado este blog para averiguarlo y aprender de las críticas. Busco entretener y hacer pasar un buen rato a mis lectores =) Soy rubia, con los ojos azules, alta y de piel bastante blanca. Por cierto, espero que sea innecesario advertir que estas historias son de mi propiedad y que por tanto, nadie está autorizado a copiarlas/plagiarlas. Gracias =D

miércoles, 3 de agosto de 2011

Capitulo 10: Parte 2.

NOTA: Comentad que os parece, sed sinceros. Tengo mis dudas sobre esta segunda parte del capítulo y me gustaría saber vuestra opinión. Gracias ^^

El resto de mañana fue pura monotonía, los profesores, uno tras otro, hablaban sobre la planificación del curso, lo mucho que repercutirían nuestras acciones en el futuro y cuánto tendríamos que sudar para ganarnos el aprobado, así que harto de escuchar lo mismo, me puse a pensar.
Me alegré de descubrir que el Islam, permitía posponer el rezo si una razón de peso lo requería. Nada más llegar a casa, recuperaría el tiempo de oración perdido. Al parecer, no faltaba mucho para eso pues cuando quise darme cuenta, estaba andando hacia la salida con los demás y la mañana se había esfumado.
- Qué pereza me da empezar otro curso, odio que el verano se pase tan rápido-Naima puso cara de drama- siempre están exigiendo y mis neuronas no trabajan bien bajo presión.
- Ah, ¿pero es que trabajan alguna vez?-Andrei fue golpeado por Naima a causa del comentario.
 Forcejearon y bromearon con complicidad. Gabriel puso mala cara y emitió una especie de gruñido de fastidio.
El recinto del colegio iba quedando atrás mientras hablábamos. No estaba muy lejos del centro, tan solo había que cruzar un par de semáforos y subir una avenida, aunque solíamos atajar por un pequeño parque, sencillo pero bello y de frondosa vegetación. En el corazón de él, una fuente de mármol con forma de sirena,en cuyas manos sostenía un arpa dorada, le daba un toque único.
De repente la vi, sentada en la fuente. No podía dejar de mirarla. Debía tener alrededor de catorce años, su pelo negro como el azabache, hacía contraste con su delicada y blanca piel. Sus ojos de un inmaculado azul celeste me miraban y sus finos labios, construían una preciosa sonrisa. Apartó la vista y llamó a su perro, Apolo. Hasta su voz era dulce y suave. Me había quedado completamente absorto mirándola- Era la chica más guapa que había visto en mi vida. Su belleza era sutil, hipnótica. Había algo diferente en ella que me encantaba.  Tropecé y a punto estuve de caer al suelo si no fuese porque Andrei me agarró.
- Parece que hubieras visto un ángel, despierta. Date prisa o vamos a llegar tarde a la comida
Muy a mi pesar tenía razón, así que me resigné a marcharme, sabiendo que esa chica estaría por mucho tiempo en mis pensamientos y que haría lo imposible, porque ese fugaz encuentro se repitiese.

El resto del camino estuve completamente en silencio, solo podía preguntarme una y otra vez cuál sería su nombre, cómo la volvería a ver. Comí sin muchas ganas y me fui a la sala de televisión para distraerme un rato. Todos estaban allí.
-Hola chicos- saludé- ¿Tenéis alguna idea sobre qué hacer para matar el aburrimiento? El día se me hace cada vez más eterno y aún queda la tarde.
- No te preocupes, en cuanto llevemos un mes de clase no creo que te quede mucho tiempo de aburrirte.
El gran optimista Andrei, había entrado en acción.
- Si quieres puedo dejarte un libro, tengo unos cuantos que seguro que te encantarán-se ofreció Gabriel.
- De acuerdo, vamos arriba.
- Bueno, Andrei y yo nos vamos a dar un paseo, nos vemos luego- dijo Naima antes de que ambos saliesen de la habitación.
Dejamos a Addae y Noelia tocando la guitarra y subimos a nuestra habitación.


A Gabriel le encantaba leer, tenía decenas de libros, en su estantería. Buscó con la mirada algunos libros y los sacó.
- Aquí tienes, Memorias de Idhún, El viejo y el mar, Vampiratas, Las Lágrimas de Shiva. Con estos tienes para una buena temporada, espero que te gusten. Si hay algo que no entiendes bien de las historias o si quieres comentar algún libro, dímelo.
- Muchas gracias Gabi, ahora mismo me pondré a leer. Creo que empezare con Memorias de Idhún, La Resistencia.
Me tumbé en la cama a leer, devoraba las páginas con ansia, aquél libro enganchaba de verdad. Tanto leí que perdí la noción del tiempo y en algún momento de la lectura se me cerraron los ojos.
Desperté. “¿Cuánto he dormido?”, pensé. Me levanté a mirar el reloj, había dormido casi dos horas, eran las ocho. Cuando me giré, me di cuenta de que Gabi había vuelto, estaba de lado sobre la cama y dormía profundamente. Iba a salir, cuando reparé en que había algo tirado en el suelo, al pie de la cama, un libro con la portada de cuero. Me agaché para recogerlo, estaba escrito a mano. La caligrafía era tan clara y elegante que no pude evitar leerlo. Cuando me di cuenta de que era un diario, me arrepentí, era algo personal que no sabía de Gabriel y que probablemente no quería que supiera.

15 de septiembre.

Tengo hoy la necesidad de plasmar en estas hojas mi angustia, hoy se ha roto un pedacito de mi corazón.


Caminaba tranquilamente por el parque cuando ahí estaban, entrelazados, uno encima del otro sobre la hierba, mirándose fijamente y riendo. No podía soportarlo, el corazón me ardía de insanos celos, de dolor. El fuego ascendía inundando mi alma, paralizando mi mente, escalando mis entrañas como una enredadera hasta asfixiarme. Apretaba los dientes casi inconscientemente, reprimiendo mis ganas de gritarle el mundo, grito que seguramente hubiera acabado en lágrimas. Siempre hacía todo lo posible para que ella no se diese cuenta de hasta que punto me afectaba pero a veces era un tarea casi imposible. Sentía impotencia, envidia, rabia pero también un infinito amor, al ver aquella preciosa sonrisa que conseguía alegrarme el día, esa que tanto me gustaba y que hacía que yo mismo sonriese como un tonto. Pero esa misma ternura que crecía en mí incontroladamente, acrecentaba mi ira. Al fin y al cabo siempre pasaba lo mismo, escondía todo mi malestar bajo una sonrisa perfectamente ensayada, enmascarado entre palabras recitadas como un autómata para evitar que aquella chica sufriese, que se sintiese mal por mí, no quería ser yo quien borrase esa aura de alegría que emanaba. Solo quería protegerla, cuidarla, hacerla feliz, ¿de verdad era tanto pedir? Ella no sabe cuanto desearía ser el chico que la tiene entre sus brazos, que besa sus dulces labios, que se pierde en su profunda mirada. No lo sabrá nunca del todo, prefiero que siga en su perfecto mundo en el que yo, un día parezco ser el centro de su existencia y me cubre de suaves caricias. Entonces su mirada es la más tierna que he visto jamás pero la magia se rompe, cuando al día siguiente no soy meritorio ni de un simple saludo o me encuentro una fría indiferencia, quizás una profunda amistad y nada más. Pero río, a carcajadas, hasta que me duele la barriga porque si algo he aprendido a lo largo de mi existencia es que a muy pocos le importa de verdad como te sientes y a los que sí no merece la pena amargarlos en exceso. Es más fácil hacer que nada pasa que dar pena. Esto lo cumplo, hasta que no puedo más y desesperado recurro a algún amigo para buscar tan solo un abrazo, no es necesario más. Cada día me decido a olvidarla, me despierto con renovadas fuerzas diciendo que todo cambiará, pero ya no puedo, la necesito demasiado y sé que romper la amistad le haría daño. Ni siquiera el tiempo puede forzar a olvidar, soy de los que necesitan su ritmo o solo surtirá el efecto contrario.
Y después de todo, otra vez vuelvo a su lado, para ser de nuevo su fiel amigo, para dar mi vida si fuese necesario, disfrutar con su cariño, con su compañía y así poder olvidar todo lo malo, bebiendo de cada momento, de cada recuerdo para tener una nueva historia que inventar en sueños, donde ella es princesa y yo caballero, donde ella es sirena y yo marinero.

domingo, 3 de julio de 2011

Capítulo 10: Primera parte.

                      
                    
 Conforme más andaba por los pasillos, más tenía la sensación de estar rodeado de zombies. Una masa de gente con ojos medio abiertos, emitiendo sonidos guturales que bien parecían ronquidos, hombros caídos, arrastrando los pies de forma casi rítmica, se movía a mi alrededor sin ningún ánimo. Viendo a mis compañeros, aquel lugar no debía ser precisamente una fiesta. Miré mi horario para ver que clase me tocaba, 3º D. Ahí estaba, un puerta perfectamente rectangular, de un suave azul celeste y picaporte gris, que me adentraría en el cielo, infierno o limbo, aún no lo sabía.
El aula era amplia, luminosa, sin más decoración que unos cuantos carteles con motivos matemáticos en la pared. Cuatro filas de pupitres  ocupaban la mayor parte del espacio. Una gran mesa marrón junto a un ordenador, se podía ver en una esquina. Encima de ella, una televisión descansaba sobre una estantería. De repente noté en la nuca una mirada tras unas risitas indiscretas, me hizo sentir incómodo pero decidí que era mejor obviarlo para evitar problemas. Me puse junto a Noelia, que me indicó mi pupitre y charlábamos animadamente hasta que el profesor llegase. El corazón se me iba a salir del pecho, tenía un enorme nudo en el estómago, no recordaba cual era la última vez que había estado así de nervioso, una parte de mí me mantenía pegado a la silla, mientras que otra deseaba salir corriendo. Un hombre alto, delgado, con ciertas entradas en su pelo negro, ojos marrones, nariz recta y con una sonrisa socarrona, entró en la clase.
- Buenos días, espero que estéis preparados para otro estupendo año de Matemáticas. No prometo que aprobéis, pero sí que acabaréis hasta soñando en lenguaje algebraico.
- Acostúmbrate, es siempre así. Yo creo que es buena gente, pero si se mostrase demasiado benevolente perdería autoridad- me explicó Noelia.
-Tú, chaval, no le hagas ni caso, el Ántrax es peor que un dolor de muelas, el año pasado me rompió un examen por pedir un pañuelo. Por cierto, hola soy Ángel. ¿Y tú eres?- mi compañero de atrás sonreía.
- Me llamo Hassan. ¿El Ántrax? ¿Te refieres al profesor?
- Sí, sus clases son igual de venenosas. Eres nuevo ¿no?
- Cállate Ángel, en el pañuelo que pedías estaban escritas las respuestas del examen, como siempre. Además, qué más te da si eres tan tonto que ni con las respuestas apruebas- Naima miró al chico con una sonrisa de triunfo.
- ¡SILENCIO! Un solo ruido más y todos os lleváis un trabajito.- el grito del profesor retumbó por toda la habitación.
La clase no fue tan mala como me habían dicho, tenía que esperar a la segunda para ver si seguía pensando así. Prácticamente todo habían sido presentaciones y explicación de la planificación del curso. Las demás clases de Lengua, Inglés y Francés no habían sido muy diferentes. Por fin llegó el recreo.  
Dos campos de fútbol y otros dos de baloncesto se extendían a los lados, mientras que en el centro había un patio con bancos y unas cuantas fuentes. En una esquina, un pequeño bar, con no más de cuatro mesas, estaba lleno de gente gastando sin cesar dinero en bollería y chucherías. 
Me paré en la puerta para esperar a mis amigos, les había perdido de vista. Saqué mi MP4, me lo había regalado Noelia, estuvo enseñándome bastantes grupos, había cientos de canciones de todos los estilos en ese pequeño y plano aparato. Disfrutaba con cada dulce melodía, cada potente solo de guitarra eléctrica, cada nota entonada desde el alma. Sonaba Blind de Lifehouse y más tarde Cobarde de Warcry. Dos estilos muy diferentes pero que me hacían cerrar los ojos y soñar.
De repente sentí un empujón.
- Tú, moro imbécil, aparta de ahí-miró el MP4-Uy lo siento, ¿te hemos interrumpido mientras escuchabas algún canto estúpido de los vuestros?
-El único imbécil que veo eres tú, déjame en paz- decidí ignorarlos y marcharme pero apretaba mi brazo y me impedía moverme.
Las risas de sus camaradas le animaron a seguir.
- Te crees muy chulito, pero no eres nada. ¿Te enteras? Háblame así otra vez y te reviento.
La mano que acababa de poner alrededor de mi cuello me advertía que no era simple palabrería. Me dedicó una sarta de insultos que preferí borrar de mi mente. Me imaginaba que no todos se alegrarían de mi llegada, pero no merecía aquello. Indignado, con voz débil por la presión en mi cuello, pregunté:
- Solo dime, ¿qué te he hecho?
- Jajajajaja. Existir.
Aquellas palabras cayeron sobre mí como una losa. Con una fuerza, hasta ahora escondida, lancé un grito y le di un sonoro puñetazo. Sabía que era rebajarme a su altura, pero no podía más.
Como perros falderos los otros tres fueron a ayudar al jefe de la pandilla.
- Te está vacilando Piraña-dijo uno de ellos.
- ¡Cállate o el próximo serás tú!- ante la orden de su jefe, obedeció. Se volvió para matarme con la mirada- Tienes huevos chaval, pero yo tengo el doble. Estás muerto.
Iba a lanzarse sobre mi cuando vi a Addae, correr hacia nosotros junto a un profesor.
-El negrata y el moro, la pareja perfecta-masculló.
Su risa me produjo escalofríos. La misma que había servido de recibimiento, a primera hora, al entrar en clase.
Addae llegó a mi lado y me dedicó una significativa y cómplice mirada que parecía haber leído mi mente. Fue suficiente.
Don Álvaro, estaba rojo de ira.
- ¿Estás bien, Hassan? ¿Te han hecho algo? ¿Quieres que llamemos a un médico?
- No, estoy bien, gracias.
“Mi dignidad no tanto”
-PRESENTENSE EN EL DESPACHO DEL DEL DIRECTOR. ¡AHORA!. Tienen suerte si vuelven a pisar este centro. Recen todo lo que sepan.
Heridos en su orgullo pero sin abandonar su mueca de desdén, los vi marcharse.
-Addae, tengo que pedirte un favor. No digas nada de lo que acaba de pasar, quiero olvidarlo y darle la menor importancia posible.
- ¿Estás seguro de que no quieres hablar de ello?
- Totalmente. Algo sólo se convierte en problema si nosotros lo permitimos, si le damos importancia. La mente sólo guarda lo que queremos.
- Te entiendo, entonces haré como si no hubiese pasado nada, pero si se repite cuéntamelo, por favor. Confía en mí.
Le estreché la mano y se lo prometí. Así se convirtió en confidente de uno de mis más oscuros recuerdos.
El resto del tiempo lo pasé bromeando con Addae, Gabriel, Andrei, Naima y Noelia. La forma de ser de cada uno, diferente y magnífica, me hizo olvidarme del altercado.
Entre todo, sonó la sirena y la libertad se acabó. 

miércoles, 20 de abril de 2011

Capitulo 9: Ahora empieza mi nueva vida.

     

 Cada día me sentía más a gusto en la casa de acogida, adoraba cada centímetro de ella. Todas las mañanas, tras desayunar, me tumbaba en el césped cuyas pequeñas hojas bañadas por el sol, lanzaban destellos debido al reflejo del agua del riego y me ponía a pensar en todo y nada. Todo aquello que pudiera alegrarme el día. Nada que supiese que no podía cambiar.Dejaba volar mi imaginación hasta tocar las nubes.
6 am. Cuarto de los chicos. ¿Por que no dormía? Me era imposible. En dos horas empezaba el colegio y estaba más que con miedo, sumido en una mezcla de ansiedad e incertidumbre que anidaba en cada parte de mi ser y se enroscaba en mi mente como si de una enredadera se tratase. Me levanté de la cama y tras ducharme, peinarme, desayunar, lavarme los dientes, vestirme y similares quehaceres, ya eran las siete y media. Al parecer no era el único impaciente pues mis compañeros se encontraban en la entrada ya preparados, así que salimos juntos de la casa mientras Alicia, la directora, nos abrazaba, nos advertía sobre diversos peligros y nos recordaba la hora de la comida. Cuando llego a mi, vi en sus ojos la clara preocupación de una mujer cuyo hijo va a explorar algo nuevo, esa sensación me lleno de calma, me encantó.
El instituto solo distaba unos metros de la casa, así que no tuve que esperar mucho. La fachada, de un suave tono azulado, contrastaba con el gris del asfalto. La puerta, del mismo azul, en principio no era dispar de cualquier otra normal de las que sueles encontrar en las escuelas: doble, metálica, enorme, pero aquel edificio tenía algo magnético, sutil, inexplicable. Subí las escaleras lentamente, como midiendo mis pasos, mirando sin parar a mi alrededor, grabando cada detalle en mi cabeza....¡Ay!
Iba demasiado despistado para darme cuenta de que mis amigos me gritaban algo, hasta que sentí un leve dolor en el hombro y caí. Una muchacha de pelo castaño, ojos azul-grisáceo y cuerpo esbelto y definido, modélico, me fulminaba con la mirada. El embrujo que había sufrido, por el precioso instituto, había dejado mis sentidos en modo stand by.
- ¿Pero a ti qué te pasa nene? ¿Es que tengo monos en la cara?
- Lo siento, no me había dado cuenta. ¿Dónde estabas?
- Noooo ¿de verdad? Es que si te llegas a dar cuenta no estás vivo. ¡Estaba en la fuente y me has em-pu-ja-do!
- Iba despistado y como eres más baja que yo no te había visto.
- Encima me vacila, tu eres gilipollas pero así en plan guay, eh.
- No, no lo decía burlándome, perdona es que estoy muy nervioso, es mi primer día aquí- mis labios se curvaron en un intento de sonrisa que escondiese mi estado.
- Bueno, puede que te perdone pero porque me has pillado generosa- me sonrió.
- Jajaja el sarcasmo es lo tuyo.
- Yayayaya- su voz sonó tan graciosa que ambos nos echamos a reír.
- Me llamo Hassan, espero que aunque hayamos empezado con mal pie, podamos ser amigos.
- Eso depende de ti- sonrió traviesa- Yo soy Marta.
Se alejó sin decir nada más.
-Interesante esa chica pero ten más cuidado si te vas chocando por ahí no creo que hagas muchos amigos, tendrías que haberte visto la cara-Noelia se reía de mí mientras lo decía.
- Hoy todo el mundo está muy gracioso. ¿Va a nuestro curso?
- Qué va, es un año menor. Es bastante popular, suele ir siempre con tres chicas más y entre tú y yo, está bastante buena… Yo no digo nada pero ¿has visto como te ha sonreído?-Gabriel me dio un suave codazo mientras lo decía.
- ¿Ahora también voy a tener que explicarte cómo se sonríe? ¿Cómo quieres que me sonría? Déjame, no me interesan por ahora las chicas. Mi cultura no es como la vuestra, no se cambia de novia cada dos días y a las mujeres no se les permite ser tan lanzadas. No estoy acostumbrado a esto.
- Me encantaría quedarme aquí todo el día hablando sobre esa chica pero en cinco minutos tenemos Matemáticas y créeme Hassan, no te conviene llegar tarde a esa clase en tu primer día- nos avisó Naima.

No me entusiasmaba la idea de tener Matemáticas pero me apetecía seguir viendo el instituto y empaparme de todo lo que había en él.  Tenía miedo de que todo el mundo me mirase, miedo de no encajar, me sentía como un verdadero extraño. Mis nuevos amigos me trataban bien y me ayudaban a adaptarme pero ellos habían pasado por algo parecido mientras que las personas sentadas en sus pupitres, tan bien vestidas, con tantos caprichos que exigir, sin preocupaciones, no podrían ni imaginarlo. “¿Qué voy a hacer cuando llegue la hora de la oración?”. Ese pensamiento me agobió, no podía echarme al suelo en mitad de clase y rezar pero es mi obligación, mi religión.
El sonido del timbre ahuyentó mis pensamientos. Ya me preocuparía después.



Nota: El personaje de Marta está basado en una persona real, una amiga con el mismo nombre más conocida como Historias de Marutachan, la escritora de Desconocido.

domingo, 10 de abril de 2011

Capítulo 8: ¿Celos?

                          


(Naima)

-¡Por favor, espera!- digo entre jadeos.
- Oh sí, ¿quién querría perderse el espectáculo? La próxima vez que estéis tan acaramelados ese imbécil y tú, avísame y me cojo unas palomitas-la voz de Andrei suena entrecortada por la rabia.
-¿Y a ti qué te importa? ¡Soy libre, no tengo porque dar explicaciones de lo que hago a nadie!
Me muerdo la lengua para no seguir hablando, sólo estoy empeorando las cosas.
- ¿Entonces por qué has salido corriendo detrás de mi? ¿No será que necesitas darte explicaciones a ti misma? Antes de salir corriendo como una loca, piensa en si lo haces para arreglar las cosas o para meter baza, porque no me apetece discutir mientras “tu amado” lloriquea por ti. Ya sabes donde está la puerta.
Vale, es hora de tragarse el orgullo. Suspiro.
- Para tu información no es “mi amado”. No entiendo porque te pones así. Siento mucho haberte gritado antes-noto los ojos húmedos.
Su expresión se dulcifica. Después, pega un puñetazo en la pared.
-Tengo que aprender a controlar mi carácter. El que lo siente soy yo, fui demasiado duro pero no voy a decirte que me arrepiento de lo que he dicho. Una de dos, o te has dado cuenta y me torturas o eres demasiado ingenua.
-¿Darme cuenta de qué?
Me coge por la muñeca y me apoya contra la pared.
- ¡No quiero que Gabriel te ponga un dedo encima nunca más! Dime, ¿qué es él para ti? O mejor, ¿qué soy yo?
La presión sobre mi muñeca aumenta, empieza a dolerme. Levanto la cara y sus profundos ojos azules, tiernos y acusadores al mismo tiempo, me hacen bajarla de nuevo. No puedo responder a su pregunta porque es algo que ni yo misma sé.
- No puedo elegir, los dos sois importantes, una parte de mí. No me obligues a excluir a una pieza del puzzle. Sin embargo, de algo estoy segura, te quiero. Y a Gabriel también.
De nuevo, aprieta con más fuerza mi muñeca. Se acerca a mí de tal manera que su rostro y el mío, están a pocos centímetros.
- Me haces daño- su agresividad disminuye. Sus ojos, siguen fijos en mí.
Permanecemos así unos segundos que a mi me parecen eternos. Con un movimiento preciso y delicado besa mis labios. No me resisto. El beso, en un principio tímido y suave, se torna cada vez más apasionado, agresivo. Nos abrazamos sin separar nuestros labios que más tarde, rozan mi nariz, mejillas y cuello, mientras mis dedos se hunden en su cabello.
Me separo de él y apoyo la cabeza en su hombro mientras me abraza. Me siento aún aturdida por la magia del momento, desearía que se parase el tiempo, sin embargo, me siento culpable por Gabriel…
Suspiro y decido disfrutar del momento.


En ese mismo momento, llegó Hassan. “Vaya, llevo aquí dos días y ha pasado de todo. Parece que aquí nadie se aburre”

Hola a todos.

Hola a todos, como sabréis, he estado bastante tiempo inactiva, sin entrar a tuenti y sin publicar nada. Esto se debe a que los estudios y otros problemas me han impedido concentrarme en la escritura y tener tiempo para ello. Ya tengo escrito el capítulo 8 por lo que hoy lo más probable lo subiré. Espero poder subir más capítulos pronto, aprovecharé las vacaciones de Semana Santa.
Tengo miedo a que en este periodo de inactividad haya perdido seguidores y que la gente se haya desenganchado de mi historia por así decirlo, así que me gustaría que todos aquellos que aún me sigáis me lo digáis en un comentario. Gracias ;)

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Capítulo 7: ¿Qué pasa con Addae y Noelia?

(Hassan)
Intentaba ser fuerte, no quería molestar a nadie con mi lloriqueo, pero echaba de menos a mi familia, mi ciudad, mi país, mis costumbres. “El cambio es para mejor”, me repetía una y otra vez. Me mordí el labio para contener las lágrimas, no era momento de lamentarse, ahora me esperaba una nueva vida.
Me levanté de la cama y me miré al espejo. Mi rizado pelo castaño, estaba completamente despeinado, mis ojos marrones, enrojecidos y llenos de ojeras por la falta de sueño. Definitivamente, no tenía el mejor aspecto, pero supongo que no era nada que unas cuantas horas de sueño, no pudieran arreglar. Me aseé, fui hacia mi taquilla y rebusqué entre la ropa que Alicia me había dado después de comer. Escogí una camiseta azul de manga corta, unos vaqueros y unas deportivas blancas.  Salí de la habitación sigilosamente, para no despertar a los demás muchachos que dormían la siesta.
Caminé hacia el jardín, en busca de alguien con quien pasar el rato. Unos cálidos rayos de sol, acariciaron mi cara, un suave viento, movió mi pelo.  De repente, tuve unas ganas enormes de correr, sin rumbo fijo, solo correr, revolcarme por la hierba y que su olor me envolviera. El niño en mí, tan lejano y subyugado por la rapidez que tuve que darme en madurar, se sentía más libre y vivo que nunca. Crecía en mi una nueva fuerza y unas ganas de demostrarle al mundo que tenía cien motivos para llorar pero ciento uno para reír.
Echados en la hierba estaban Addae y Noelia, me hacían señas con la mano para que me acercara.
 - Me alegro de veros- les dediqué una sonrisa y me senté junto a ellos.
 - ¿Cómo estás? ¿Qué pasó al final con Naima?- preguntó Addae.
 - Ahora que lo pienso, la última vez que la vi, estaba hablando con Gabriel. Me pregunto que habrá pasado.
- No has respondido a la primera pregunta…- Noelia me miró.
- Perdón, supongo que estoy bien.- intenté disimular con una sonrisa, pero mis ojos me delataron- Vale, a medias, me alegro mucho de estar aquí, pero no es fácil dejar toda una vida.
- Mírale el lado bueno, al menos tienes unos padres a los que echar de menos…
- No sé nada de vosotros.
Se miraron entre sí.
- Yo soy española, mi madre me abandonó siendo un bebé. Por lo que sé, me tuvo con dieciséis años, a sus padres no les hizo ninguna gracia y me trajeron aquí. A veces siento curiosidad por saber como es, pero se pasa rápido. La única que me ha cuidado,  se ha preocupado por mí y  que ha pasado noches en vela cuando estaba enferma es Alicia, así que en lo que a mí respecta, ella es mi madre, me da igual lo que el ADN diga. Soy una chica alocada a la que le gusta divertirse, que tiene su propio mundo sin maldad, al que sólo quien yo quiero puede entrar. Para mí una guitarra y un grupo de amigos, es el paraíso. Soy feliz y nada hará que deje de serlo. ¿Qué más quiero?- Noelia no dejaba de sonreír mientras hablaba.
- Yo al igual que Noelia, también me crié aquí, es todo lo que tengo y lo único que necesito. Excepto Naima y tú, todos llevamos aquí desde pequeños. Si el centro cerrara, se nos vendría el mundo encima-Addae hizo una pausa antes de la siguiente frase-¿Estás nervioso por el instituto?
 - Vaya, no lo había pensado. Un poco la verdad  pero supongo que no más que cualquiera que tenga que adaptarse a algo nuevo- dije quitándole importancia.
- No es tan malo, exámenes casi todas las semanas, pilas de deberes… Ya sabes, el cielo-noté la aplastante ironía en la voz de Noelia.
Addae la llamó exagerada y eso dio pie a una interminable competición en la que el único objetivo, era hacer rabiar al otro. No paraba de reír con cada tontería que hacían.  De repente, vi a alguien corriendo sin parar y gritando. Estaba bastante lejos, por lo que no podía oír lo que gritaba, sin embargo, no dudé ni un momento al ver la figura, era Naima.

martes, 12 de octubre de 2010

Capítulo 6: Naima

 (Naima)

El hablar con Hassan me había ayudado mucho, me hizo comprender más de lo que yo pensaba. Acaba de llegar al centro de acogida, pero siento como si nos conociéramos de siempre, es extraño. Pienso que será porque compartimos unas mismas experiencias y raíces. 
Sólo hace una hora desde mi pelea con Gabriel, pero la ausencia de su voz ya me quema por dentro. La idea de perderlo para siempre me ahoga sin remedio, hace que sienta un inexplicable dolor en el pecho, una inmensa sensación de vacío y anula en mí toda capacidad de razón. No entiendo por qué me siento así, jamás había sentido nada parecido. 
Miro por la ventana, mi mente se pierde imaginando mil formas para cada esponjosa nube, que flota como queriendo desafiar la ley de la gravedad. Una suave brisa roza mi cara. Eso me hace cerrar los ojos, por lo que hasta que no siento una cálida mano en mi hombro, no me doy cuenta de su presencia. Giro la cabeza y me pierdo en el gris de sus ojos, en su mirada triste, que esconde palabras jamás pronunciadas.
 - Hola, Naima vengo a disculparme- comienzo a hablar, pero él coloca un dedo en mis labios, para hacerme guardar silencio. Su cara mostraba una expresión tan arrepentida que no podía negarme- He sido un imbécil, lo admito. No pienso nada de lo que dije, estaba enfadado conmigo mismo por no poder hacer nada para hacerte sentir mejor. No soportaba verte tan indefensa, temblando.
 - Sí que podías hacer algo, podrías haberme escuchado. Tenías razón, sólo intentaba buscar mil excusas- hincho los mofletes y pongo cara de niña enfadada, me queda bastante cómico- No pienses que la próxima vez que me critiques te daré la razón, así que más vale que te andes con cuidado o serás guaperas muerto.
Sonríe.
- ¿Guaperas? Yo pensaba que mi mote era malditobocazasinsensibleyestúpido.
 Me sonrojo. Genial, ya tenía nueva misión: matar a Hassan.
 - Yo…sí…bueno… Lo siento estaba molesta.
 - ¿Sabes? Tengo que darle las gracias a Hassan por esa pequeña información, ese color le sienta muy bien a tu piel-se burló.
Eso solo hace que me sonroje más, mi cara está ardiendo. Debo de parecer tonta.
- No te preocupes, te ahorraré las molestas, morirá antes- dije apretando los dientes.
- Jajaja. Pasan los años, pero sigues siendo la misma.
- ¿Has venido a arreglar las cosas o a reírte de mí? Si es lo segundo, vuelve por donde has venido.
- Uy gatita, no saques las uñas tan pronto. Cómo has dicho, no habrá muchas veces en las que pueda criticarte sin acabar en el hospital, tengo que aprovechar la situación.
Le golpeo en el pecho suavemente. En el fondo, adoro la forma en la que intenta molestarme. Me coge la muñeca.
- Ya lo creo que voy a aprovecharla, llevo mucho tiempo esperando, se acabó el silencio.
- ¿A qué te refieres?
Alza la mano y acaricia mi mejilla, una lágrima resbala por ella. Sus dedos recorren suavemente el contorno de mi rostro. Se inclina hacia mí y besa con infinita dulzura mi frente, mis párpados, mi nariz, mi mejilla. Se detiene a pocos centímetros de mis labios, puedo sentir su agitada respiración. Casi involuntariamente lo abrazo, al hacerlo siento como nuestros corazones laten a un frenético ritmo, sincronizados. Sé que está esperando mi aprobación, un roce, una mirada. Una parte de mí lo desea más que a nada, pero la otra… Son demasiados sentimientos que debo controlar. Además, no es el único…
Oigo un pequeño ruido. Entonces veo su silueta.
-No, no puede ser, por favor…- susurro.
Allí está, mirándonos. Esos ojos cargados de odio y esa expresión dolida, atraviesan mi alma como lo haría la más afilada de las espadas. Me quedo sin aliento, no puedo moverme.
- No os preocupéis, me voy, sé que sobro. Siempre he sobrado-su voz está llena de ira.
Veo como se aleja, mi cuerpo no responde. Lucho por recuperar la movilidad. Cuando lo consigo, algo me impide salir corriendo: aún estaba abrazada a Gabriel. Sus ojos suplican que no me marche. Los míos, que me deje marchar. Una lucha de miradas que parece parar el tiempo. Finalmente, la mía vence. Su cuerpo se relaja, liberándome. Esbozo media sonrisa, en señal de agradecimiento. Después corro, corro en busca de la silueta.